viernes, 31 de mayo de 2013

Hipo y otras características del recién nacido

Cuando llegas a casa con tu bebé recién nacido, te encuentras con que le suceden una serie de cosas que como buena mamá novata te sorprenden, y piensas que le ocurre algo. No es así.

Para evitaros preupaciones y consultas al pediatra (yo iba con una lista de preguntas que ni la de los Reyes Godos), a continuación os enumero malestares normales en el recién nacido:

- Hipo: la mayoría de los bebés tienen hipo. A mi hijo le suele dar después de cada toma. En un libro de esos que venden de pediatría, leimos que si les soplas en la cara se les pasa, no lo intenteis es inútil.

- Gases: como comen succionando tienen muchos gases. La mayoría de pediatras recomiendan una infusión de manzanilla e hinojo, a mi hijo no le hace nada, así que le doy aero red infantil. No tengais miedo de darles medicamentos para los gases, no les van a hacer ningún daño, y lo que si que les duele son los gases. También les alivia mucho ponerles la tripita contra tu cuerpo, no sé si es que el calor les disuelve los gases o que, pero el caso es que se calman mucho.

 Dicen que los bebés de lactancia materna se tiran pedos, y los de lactancia artificial eructos. El caso es que mi hijo después de cada toma de pecho si le dejas un poco incorporado eructa, y se tira pedos mientras le das un biberón. Con ésto quiero decir que no hay que hace ni caso a lo que dicen (sobre todo en los "maravillosos" libros sobre bebés), cada niño es único, y como madre lo mejor es que te tomes un poco de tiempo en conocer a tu hijo, y descubras que es lo más le alivia los gases. Porque os aseguro que ver a un bebé llorando y retorciéndose de dolor es descolador para su madre.

- Uñas: las uñas de las manos se pueden cortar a los quince días de nacer, con una tijera de punta roma. Hacerlo con decisión y sin miedo, no pasa nada. Las de los pies no les crecen hasta que pasan varios meses.

- Estornudos: si tu bebé recién nacido estornuda a menuno y no tiene fiebre, tranquila, no está resfriado. Unos dicen que se limpian las fosas nasales así, otros que nacen con alergia. El caso es que no les pasa nada.

- Mocos: los bebés suelen tener desde que nacen unos mocos tremendos, y verdes. No les pasa nada, simplemente limpiale las fosas nasales para que respire bien. Los pediatras recomiendan hacerlo con suero fisiológico. A mi hijo es como decirle que tiene un tío en Cuenca, se queda igual, así que se los quito con un bastoncillo de algodón y mucho cuidado.

- Sonidos guturales: los bebés emiten sonido guturales, sobre todo por la noche, aunque estén profundamente dormidos. Según van creciendo va a menos, mientras tanto paciencia, puede que no te dejen dormir.

- Granitos: son las llamadas popularmente como engordaderas, se deben a la grasa de la leche. Venden pomadas para tratarlos.

- Descamación de la piel: puede deberse a una dermatitis (consulta a tu pediatra, no vaya a ser que tu hijo sea atópico), o a la llamada costra de leche. También venden pomadas para tratarlas, pero es algo más estético que otra cosa.

- Prefucio: todos los niños nacen con una especie de fimosis congénita. No hay que tocarles el prefucio hasta que vuestro pediatra os lo diga.

- Estrabismo: si vuestro bebé se pone bizco en algún momento, no os preocupeis, no tiene estrabismo, simplemente es que los músculos de los ojos son aún demasido débiles. Ahora, si pasan los meses y sigue igual consultad con el médico.

- Estreñimiento: como sólo toman leche los bebés suelen estar estriñidos. Hay quien dice que se debe a la leche artificial, y que si sólo toman leche materna no les ocurre. Mentira. Durante el tiempo que mi hijo tomó sólo leche materna estuvo tan estriñido como cuando toma leche artificial. Los pediatras me dicen que le eche Eupeptina en los biberones, pero sigue estriñido, así que tenemos recurrir a los remedios populares, es decir, una ramita de perejil untada en aceite de oliva por el ano, o un bastoncillo de algodón con vaselina. Vamos lo de toda la vida.

Si tienes dudas, lo mejor, pregunta a otra madre y no leas libros sobre bebés, la mayoría contienen teorías modernas que de verdad no sé de donde se sacan, y muchas generalidades que probablemente no se adapten a su bebé. Y si estás intranquila a tu pediatra.

jueves, 30 de mayo de 2013

Cuidados del cordón umbilical

Hola,

Uno de los cuidados básicos que precisan los recién nacidos, y que como buena mamá novata más aprensión me daba a priori, fue el cordón umbilical. La verdad es que no es para tanto, sólo precisa unos simples cuidados.

Cuando nacen, a los niños les pinzan el cordon. La pinza no hay que tocarla nunca, eso es fundamental. En el hospital suelen envolver el trozo de cordón que hay entre el abdomen del niño y la pinza con una gasa limpia, la gasa tiene que estar siempre seca, lo que a veces no es tan fácil porque suele quedar dentro del pañal.

Aunque no se haya mojado, tienes que cambiar la gasa al menos una vez al día. Como el cordón supura un poco suele quedarse pegada, por lo que yo recomiendo quitarla en el baño, ya que al mojarse se desprende con mucha facilidad, además, así lo limpias con agua y jabón.

Mientras a tu hijo no se le haya caido el cordón, tienes que bañarlo todos los días. Después muchos pediatras recomiendan no hacerlo a diario para evitar dermatitis, otros que sea a diario, pero yo creo que lo mejor es seguir tu instinto como madre.

A veces se infecta un poco, fue el caso de mi hijo. La pediatra me dijo que "olía algo mal", por lo que puedes probar a olerlo tú, aunque en las revisiones el pediatra se encargará de hacerlo. En esos casos, o si quieres de forma preventiva, puedes utilizar alcohol. IMPORTANTE, no se pueden utilizar en recién nacidos desinfectantes con mercurio o yodo, por lo que la mercromina o el betadine están descartados, hay que recurrir al alcohol de 70º, vamos lo de toda la vida, además ayuda a que se seque.

Una vez se haya caido la pinza (tienes que dejar que se caiga por si sola), le quedará a tu hijo una pequeña costra, debes continuar con una buena higiene en la zona (baño diario y área seca) hasta que se caiga por si sóla. Luego a lo mejor le sigue supurando un poco el ombligo unos días, es normal, puedes limpiarlo con agua y jabón en el baño, y si quieres con alcohol de 70º.

Ánimo, mamás novatas, ya veréis que no es para tanto, y que en un par de semanas vuestros hijos tendrán un ombligito precioso.

viernes, 24 de mayo de 2013

Crónica de 9 meses: Parto y Pauperio:

Tras romper aguar a las siete de la tarde, me sequé el pelo (me acababa de teñir), y con mi marido y mi madre, que casualmente estaba en casa, me dirigí nuevamente, y por segunda vez en el mismo día, a Santa Elena.

Esta vez no me mandaron a casa. Tras decir que había roto aguas, me pasaron con la misma matrona que por la mañana, quien tras examinarme avisó a otra matrona que, por fin, me acompañó a la que habría de ser mi habitación.

En la preparación al parto habíamos hablado del plan de parto, una especie de folleto en el que indicas si quieres o no enema, episotomía, etc... yo en su día lo miré y me pareció una tontería con mayúsculas. ¿Quién soy yo para decirle a un médico lo que puede hacer o no? en un parto pueden surgir muchos imprevistos, y sinceramente creo que hay que confiar en el buen hacer de los profesionales, más en un caso como el mío, que al dar a luz por privado te atiende tu propio ginecólogo.

Respecto a los puntos que en el dichoso plan de parto indicas si quieres o no que te hagan, a mi me los hicieron todos, y sinceramente tampoco es para tanto. Según subí a planta me pusieron un enema; de lo que es el propio enema ni me enteré que me lo ponían y luego, pues bueno, vas al baño, ¿y? no es tan horrible como para rechazar que te lo pongan, y es algo higiénico, no me pareció mal.

Luego me rasuraron, pero si que es cierto que únicamente la zona que rodea la vagina, no todo el pubis. Es algo de lo que no te enteras. De la episotomía hablaré más adelante.

Una vez en planta, hecho el ingreso y puesto el camisón del hospital, sólo quedo esperar. Esa fue la peor parte. No voy a engañar a nadie, las contracciones duelen, mucho, muchísimo, un horror, y las famosas respiraciones de la preparación al parto no valen para nada, de hecho la preparación al parto en si misma no vale para nada, yo estoy por descubrir algo que me haya valido. Cuando ya no podía más del dolor, le dije a mi marido que llamara pidiendo la epidural, pero no lo hizo porque decía que era muy pronto, que llevaba muy poco tiempo. Finalmente, cuando vio que le iba a sacar los ojos si no me pedía la epidural, llamó las enfermeras.

Una vez en el paritorio, vino el anestesista. La gente cuenta mil historias y ninguna buena sobre la epidural, yo tengo que decir que mi experiencia fue maravillosa. El anestesista se tomó un rato en examinarme la espalda, y en un momento determinado me dijo que no me moviera, justo me venía una contracción así que apreté las uñas contra las rodillas y no me moví. Me dijo que notaría una presión, pero lo cierto es que no noté nada de nada, ni presión, ni el pinchazo, ni nada. Me la puso a la primera y de maravilla, me dolió más cuando me pusieron la vía.

Si que es cierto que al día siguiente me dolía la espalda en el sitio donde me habían pinchado, pero nada en comparación con unas contracciones de parto. De verdad, ¡viva la epidural!

Cuando me pusieron la epidural estaba de un centímetro de dilatación. La matrona me tumbó (en una postura medio de lado súper incómoda), y para su sorpresa a los pocos minutos estaba completa, es decir, que había dilatado del todo. Según me explicaron después ésto se llama parto precipitado. Nadie se esperaba que una primeriza dilatara tan rápido, si me animo a tener otro hijo todos los médicos me han dicho que soy de las que pare en el coche.

La matrona dijo a la enfermara que llamara a mi médico. Yo entré a urgencias diciendo ya que cuando iban a avisar a mi ginecólogo, presentía que iba a ser un parto muy rápido, de entrada tenía contracciones cada cuatro minutos, y la respuesta de la matrona fue que ellas sabían cuando tenían que avisarle. Total, que le llamaron cuando había dilatado y al minuto le tuvieron que volver a llamar para decirle que no fuera a la clínica porque no llegaba a tiempo. Sin comentarios...

Pero es que no sólo no llegaba a tiempo mi médico, es que tampoco daba tiempo a que subiera el que estaba de urgencias en el hospital, me atendió el parto la ginecóloga que estaba en el paritorio de al lado del mío. La matrona dio una voz y preguntó a la ginecóloga de al lado si había terminado, ésta le respondió que si que se iba a casa, vamos que no la dejaron irse porque mi niño tenía ya la cabeza fuera, y para colmo venía con una vuelta de cordón. A consecuencia de dicha vuelta de cordón, tuvieron que hacerme una episotomía, algo que si que había estado hablando con mi médico en consulta, quien me aseguró que él sólo las hacía si era necesario, ni las hacía por sistema, ni dejaba que una paciente se le desgarrase.

No me dieron muchos puntos, sólo cuatro, que para ser primeriza son pocos, los justos para poder quitarle a mi niño la vuelta de cordón, pero dieron la lata y mucho. Al día siguiente y cuando se pasó el efecto de la epidural, ya me empezaron a molestar, pero durante la semana siguiente no podía casi ni sentarme. Según la matrona del ambulatorio de la Seguridad Social, se me había infectado un punto, infección que su opinión se debía al hecho de haber dado a luz en "uno de esos hospitales", en referencia a Santa Elena, vamos, que mis molestias eran debidas al hecho de no haber parido en la Seguridad Social. Sin comentarios....

Como no me fiaba (lo siento, creo que no puede saber lo mismo alguien que estudia una carrera de 6 años, más MIR, más especialidad, que alguien que estudia una de 3, y más si en su opinión la causa es haber acudido a un centro privado) me fui a la consulta de mi médico. Resultado: se me había abierto la herida, por dentro y por fuera, de ahí las molestias. Tuve que lavarme con un gel cicatrizante dos semanas hasta que se cerró...

Pero volvamos al parto.

Avisaron a mi marido para que bajara al paritorio, y obviamente no le dio tiempo a ver nacer a nuestro hijo. Cuando llegó al paritorio ya me estaban cosiendo. Aquella noche apenas dormimos, la enfermera de noche entraba en la habitación cada 15 minutos... Acababa de empezar nuestra Odisea como padres.

De aquel 20 de marzo, tengo dos imágenes grabadas que creo que no olvidaré nunca, la primera fue la primera vez que vi a Álvaro, cuando me lo pusieron encima en el paritorio; la segunda, fue al despertarme la mañana siguiente, la enfermera me había dejado al niño conmigo en la cama para que mamara, y nos habíamos dormido los dos, cuando me desperté  mi bebé me miraba fijamente desde mis brazos.

En breve empezó la riada de visitas. Lo único cierto que me dijeron en la preparación al parto es que a una mujer que acaba de dar a luz se la va a ver al día siguiente, porque después tiene un fuerte bajón hormonal, que gran verdad.

El primer día en el hospital fue como la seda. Muchas visitas, cierto, pero con muy buen ambiente, yo estaba cansada, de hecho, si estaba mucho de pie me mareaba, cuando las enfermeras me dijeron que me tenía que duchar, se tuvo que quedar mi madre con el niño y ducharme mi tía. Pero guardo muy buen recuerdo de ese día. Lo malo empezó al día siguiente, cuando comenzó mi calvario con la lactancia (esa será otra entrada), y las hormonas comenzaron a hacer de las suyas. El segundo día hubo aún más visitas, la mayoría de la gente se queda sólo un momento, o se va si se acumula la gente en la habitación, pero hay quien no ve más allá de sus narices, pero bueno que se le va a hacer.

Del segundo día recuerdo especialmente un comentario de un amigo de mi marido, quien tiene dos hijos, y me dijo que si ya había llorado, le contesté que no, y me dijo, pues ya lo harás. Que gran verdad.

La vuelta a casa es un momento curioso. Recuerdo sobre todo la mesa del comedor llena de flores, daba gusto verla, la saqué muchas fotos. Además, al principio todo el mundo te mima mucho, hubo un día con mis padres y mis tíos que abrimos una botella de Möet Chandon, y mi padre me trajo bombones de la calle Serrano, todo era alegría, celebración, y además aún no estábamos muy cansados.

Durante los primeros quince días mi madre y mi suegra nos hacían la comida, porque esa es otra, la desorganización casera que se tiene. Pero todo eso se acaba, y llega un momento en el que te tienes que enfrentar tú sola a la nueva realidad, y eso es muy duro. Hasta la llegada del bebé tú tienes tu vida y tu casa organizada, y ahora todo se trastoca.

Si alguna mamá primeriza lee ésto, que me acepte los siguientes consejos:

- Pasa de la casa. No te agobies si el baño está sucio o las pelusas campan a sus anchas. Como me dijo una madre, "esto es una maratón, no un sprint, guarda fuerzas". Yo lo que hacía era ponerme pequeñas tareas para cada día, y al cumplirlas me sentía mejor. Aunque lo mejor sin duda es contratar una asistenta. Ah, y pide a tu madre y tu suegra tuppers con comida, fundamental.

- Vas a estar agotada por el parto, el más mínimo esfuerzo es un mundo, por lo que si puedes no te vayas a tu casa, vete a casa de tu madre, de tu suegra, de una tía... en definitiva de cualquier mujer de tu familia que sea madre. Te entenderá porque ella lo ha pasado antes, cuidará de ti, y te ayudará con el bebe. Y no te vayas menos de un mes (el primer mes es horrible), vas a estar cansada, agobiada, y encima tienes que asumir tu nueva realidad como madre, y si encima das el pecho ya ni te cuento. Deja que te mimen.

Si vives fuera de tu ciudad natal, vete a dar a luz allá de donde seas, porque la persona que más a necesitar durante el pauperio, no va a ser ni tu marido, ni a tu hijo, va a ser tu madre, te vas a agarrar a ella como un naufrago a una tabla de salvación.

- La preparación al parto no sirve para nada. Si no tienes mucho tiempo durante el embarazo, ahórratela. En su lugar deberían dar clases de cuidado del recién nacido, eso si que sería útil, sobre todo para las madres primerizas.

Este último punto, lo he comentado con otras madres que hicieron la preparación conmigo y que me ido encontrando, todas dicen lo mismo. Una me comentó que a ella le dieron el alta, mientras su hija se quedaba ingresada, hubiera agradecido que le comentaran esa posibilidad en la preparación.

Todas coincidimos en lo mismo, deberían prepararnos para lo que viene después. Y no hablo de los loquios y los entuertos, no, hablo del aspecto psicológico del pauperio, algo de lo que nadie te habla, y que sin duda es lo más duro.

Traer un hijo al mundo es una revolución hormonal para tu cuerpo. Ya he comentado que un padre con experiencia me preguntó si había llorado, nadie más me lo había dicho. Hay que saberlo, se llora y mucho, son las puñeteras hormonas. Hubiera agradecido que en la preparación al parto nos hubieran hablado de lo que se siente después de dar a luz. Tras bucear por Internet, he descubierto que a eso se le llama tristeza postparto, y es más leve y corta que la depresión postparto que suele aparecer hacia el tercer mes, y que no se pasa con el tiempo. La tristeza desaparecer alrededor de la quinta semana de vida del bebe.

Yo estuve fatal. Sinceramente creo que más que tristeza tenía una depresión en toda regla. La casa se me venía encima (yo estoy acostumbrada a salir y entrar, y casi ni entrar), todo a mi alrededor era caos, porque con el niño hasta hacer la cama es complicado (yo soy súper ordenada), me sentía, y siento, tremendamente sola (mi familia y amigos no viven por la zona, y me paso las tardes dando paseos yo sola con el niño por el barrio), tenía que cuidar de un recién nacido sin tener mucha idea de lo que hacía... pero sobre todo tenía la eterna sensación de hacerlo todo mal. Lloraba a todas horas. El pensamiento de que mi marido y mi hijo estarían mejor sin mi era constante, me llegué a plantear coger el coche y soltar las manos del volante, así acabaría todo. Fue un pensamiento muy persistente. Finalmente lo supere con el tiempo, y mi propio impulso de superación.

A mi me ayudó mucho hablar con otras madres, no con otras mujeres, con otras madres. Son las únicas que te van a entender porque lo han pasado antes, y he comprobado que da igual los años que hayan pasado, ninguna olvida lo mal que lo pasó después de dar a luz.

Si alguna madre primeriza lee estas líneas, que no se asuste en el postparto, es normal tener sentimientos tipo " en que momento me quedé embarazada" , " quien me mandaría  a mi", e incluso sentir rechazo hacia el bebe, si, rechazo. A tu hijo no le quieres inmediatamente, le vas queriendo con los días, y encima es el motivo por el que tu vida está patas arriba. Por suerte, yo tuve hace años una compañera de trabajo que me habló de esa sensación al contarme el nacimiento de su hija, por eso no me pilló por sorpresa. Deberían comentarlo en la preparación al parto, en lugar de las tonterías que te sueltan porque estoy segura que a alguna madre le ha agravado la tristeza postparto, e incluso le ha desencadenado en una auténtica depresión postparto.

También a mi me ayudaban, y ayudan, mucho las visitas. Sé que probablemente no a todo el mundo le pase igual, pero a mi me encantan. Son un lazo de unión con el mundo, un trocito de tu antigua vida que se integra en la nueva, porque hablas y te entretienes mientras cuidas a tu bebe, y se lo presentas a tus familiares y amigos.

A todo lo anterior hay que añadir la falta de sueño. Yo lo llevo muy mal. Que le voy a hacer soy muy dormilona. A mi eso de despertarme cada 3 o 4 horas, me mata, sobre todo porque me quedo ya desvelada y me cuesta volver a coger el sueño. Pero es algo inevitable, hasta el bebe más bueno se despierta para comer, es cuestión de tiempo y de coger rodaje como madre.

Crónica de 9 meses: el último mes:

Como ya conté en la entrada en la que hablaba de mi embarazo, todo iba muy bien hasta que entré en el último trimestre; un ingreso hospitalario primero, y contracciones después, me llevaron a tener que quedarme en casa a partir de la semana 34, y aún así había aguantado trabajando mucho más que la mayoría de las mujeres.

Lo reconozco abiertamente, mi trabajo es muy importante para mi, me ha costado mucho trabajo y mucho esfuerzo llegar hasta donde estoy, labrarme una carrera profesional de la que estar orgullosa, y hacerlo por mi misma, sin padrinos, sin enchufes, sin ninguna ayuda, sin títulos rimbombantes de Universidades privadas, sólo con una licenciatura en Derecho por una universidad pública, un postgrado también en la Complutense, y mi propio trabajo y esfuerzo personal. Me he dejado literalmente la piel,  aunque en mi entorno personal haya quien se empeñe en repetirme que vaya birria de trabajo que tengo, que si el hijo de fulanito o de menganito también es abogado y gana no se cuanto al año, no como yo....

No quería que por nada del mundo mi embarazo afectara a mi trabajo, aunque tampoco tenía porque temerlo, tengo la inmensa suerte de tener un buen entorno laboral, me siento apreciada, y tengo una jefa maravillosa, no obstante, creo que independientemente de las circunstancias uno siempre tiene que poner de su parte.

El caso es que en la semana 34 me tuve que coger la baja ante riesgo de parto prematuro. Las contracciones tardaron aún dos semanas en desaparecer. Pero lo peor estaba por llegar.

Desde que entrara en el último trimestre de embarazo, mi ginecólogo me recomendó que me tomara la tensión todas las semanas, ya que la tensión alta es una de las complicaciones más comunes en el embarazo. Yo lo hice, siempre sigo las pie de la letras las instrucciones de los médicos. La tenía bien, hasta que un día deje de tenerla. Lo recuerdo perfectamente, la farmacéutica me miró muy seria, y me dijo, "tienes 14,9, es muy alta para una mujer en tu estado, díselo al médico" . Ese mismo día tenía cita con mi doctora de cabecera, por el tema de la baja, y se lo comenté.

Saltaron todas las alarmas.

Mi doctora de cabecera me tomó la tensión al menos cuatro veces, hasta quedarse convencida de que efectivamente tenía esa tensión arterial, me examinó las piernas para comprobar la existencia de edemas (hinchazón), y me hizo un análisis de orina en busca de proteínas. Los tres síntomas de la preclampsia: tensión alta, edemas, y proteínas en la orina. El análisis dio negativo, pero me recomendó acudir cuando antes a la consulta de mi ginecólogo. Era viernes y no pasaba consulta hasta el martes, así que el lunes mi doctora de cabecera me hizo volver para repetir el análisis de orina, el segundo de los no sé cuantos que me hicieron.

Mi ginecólogo, al ver las tensiones que tenía (mi doctora de cabecera me había recomendado tomarme la tensión de forma diaria y apuntarlo siempre, hasta me compré un tensiómetro para hacerlo en casa), me mandó más análisis de orina, y medicación. 500 grs. de Aldomet cada 8 horas. También me indicó cuales eran los síntomas de una subida de tensión, para que pudiera reconocerlo de inmediato: dolor de cabeza repentino, dolor debajo del pecho, y pérdidas de visión, como si se viesen manchas blanquecinas. Tenía que volver a controles periódicos, y sobre todo, si mi tensión superaba los 15 de máxima, o los 10 de mínina, tenía que irme a Santa Elena (la clínica, donde iba a dar a luz), para que le avisaran y me practicara una cesárea de urgencia.

No se me olvidará en la vida. Esa misma noche, de repente viendo la televisión, dejé de ver. Era como si una inmensa mancha blanca se fuera haciendo cada vez, más y más grande, hasta coartarme por completo la visión, Me asusté tanto, que me eché a llorar. Era el 5 de marzo, y lloraba por primera vez, pero desde luego no iba a ser la última.

Mi marido, tras regañarme por llorar, me metió en el coche, y me llevó a una farmacia de 24 horas, donde confirmaron la subida de tensión, aunque no llegaba a los parámetros que me habían dado para hacerme una cesárea. Esa misma noche comencé a tomar la medicación.

El comer sin sal y las pastillas mantuvieron la tensión más o menos a raya, pero lo pasé fatal. Continué teniendo subidas repentinas, experimenté todos los síntomas que me había dicho el médico, y de forma reiterada. Por otro lado, comer sin sal es un asco, y las pastillas me dejaban totalmente aturdida, como si estuviera drogada. Comencé a jugar con la dosis que tomaba, bajándola o subiéndola en función de las subidas de tensión, y con el propósito de no sentirme drogada de forma permanente.

A la hipertensión en el último mes, hube de sumarles los dolores de espalda. En total gané durante el embarazo 26 kilos, ahí es nada. Tengo que decir que yo no soy precisamente una mujer pequeña, todo lo contrario, soy muy alta y corpulenta, supongo que eso me salvó, aún así los dolores de espalada comenzaron a ser insoportables, tanto, que por las noches cuando tras todo el día se acentuaban de forma casi inhumana, no podía por menos que echarme a llorar como si fuera una niña pequeña, para desesperación de mi marido, que no sabía como aliviarme.

A todo lo anterior, también hay que sumarle un pinzamiento. La zona central de la espalda, se me quedó como si fuera de corcho, y perdí la sensibilidad y el movimiento en los dedos del pie izquierdo. Como consecuencia de ésto, y del sobrepeso, apenas podía caminar. A la preparación al parto, que hacía en el ambulatorio apenas a un par de minutos de mi casa, me iba arrastrando. A la consulta del ginecólogo, me tenía que llevar mi marido en coche, para dejarme en la misma puerta.

Además, me aburría, así que en lugar de ponerme a escribir como me recomendaban mis compañeros literatos (dejé de escribir, como ya he comentado reiteradamente en mi blog de literatura, cuando mi marido se quedó en paro. No sé porque, se me ha muerto la inspiración), me entregué a otra de mis pasiones, la repostería, pasaba las tardes en la cocina preparando bizcochos, galletas, pastas de té, tartas... me relajaba los nervios, aunque luego casi ni los probara y los fuera repartiendo por la familia. Tanto es así, que mi padre que regaló dos libros de repostería de profesional.

Así, entre controles médicos, y más controles médicos, pastillas, tomas de tensión, dolores de espalda, y dulces caseros, fue transcurriendo el mes de marzo. Durante ese mes comencé a repetir, algo que aún pienso, que ganas tengo que sentirme bien, simplemente eso, que ganas tengo de no sentirme enferma.

El día 20 de marzo, cuando aún me faltaba una semana para salir de cuentas, me levanté por la mañana y estaba manchando. Nos fuimos a Santa Elena de urgencias, allí me reconoció una matrona y me dijo que estaba expulsando el tapón mucoso, que me fuera a casa y volviera cuando estuviera de parto.

Aquí tengo que hacer un inciso, para comentar lo siguiente: llevo yendo al mismo ginecólogo desde que era muy joven, antes incluso fui paciente de su padre, que fue quien me trajo a mi al mundo, pues bien, nunca jamás me ha hecho daño en un reconocimiento, ni siquiera cuando me examinó recién parida, ahora, las dos matronas que atendieron en Santa Elena, tanto en urgencias, como en paritorio, me hicieron polvo al reconocerme, que brutas. Como dice mi marido, por eso unas son matronas, y otros son médicos.

Bueno, el caso es que me mandaron para casa, y a las siete de la tarde, rompí aguas.

Crónica de 9 meses:


Copiando el título de esa divertida película de los años 60, me gustaría hacer un repaso de lo que ha sido la experiencia que ha trastocado, por decirlo de alguna manera, mi vida en los últimos meses: mi embarazo. 

No fue algo planeado, pero tampoco se puede decir que nos pillara por sorpresa, lo que no pensé es que me quedaría embarazada tan rápido. El año anterior había tenido un aborto natural, tras dos años, no de intentos, sino simplemente de no tomar medidas. Sin embargo, esta vez bastaron un par de meses.  

Era verano, estábamos de vacaciones, yo acababa de terminar un interesante curso sobre Dickens y Stoker en los cursos de verano de El Escorial, y el periodo no me bajaba. Pero como ya había estado embaraza una vez, el síntoma claro e inequívoco fue una sensación de somnolencia perenne e insuperable. Mi primer pensamiento fue hacia el médico, tendría que confirmar el embarazo y darme las primeras pautas, pero estábamos a finales del mes de julio y lo más probable es que estuviera a punto de desaparecer hasta septiembre. Finalmente tras mucho llamar, conseguí que me atendiera el último día que pasaba consulta. Cierto es que podía haber ido al ambulatorio de la Seguridad Social, en lugar de a mi ginecólogo, ya que éstos si que están en agosto, pero en aquel momento la premura me impedía pensar con claridad.

El caso es que nos bajamos a Madrid desde la casa de vacaciones de mi familia, en un pueblo de la sierra de Guadarrama, y me confirmaron que estaba embarazada, pero de muy poco.

Lo primero que debe saber una madre primeriza, es que un embarazo no son 9 meses, son 40 semanas contadas desde la fecha del último periodo. Por eso cada vez que vamos a revisión los ginecólogos nos preguntan la fecha de la última regla, y se enfadan si no la sabemos (como es mi caso), sin embargo, esta vez si que la recordaba, como si algo dentro de mi intuyera que en esta ocasión era algo importante. En base a la fecha del último periodo, y las famosas 40 semanas (que en realidad son 10 meses, no 9), te calculan la fecha del parto, en mi caso 25 de marzo. Ahora que como yo recuerdo bien la de la concepción, si contamos 40 semanas sería el 29 de marzo, ¿quién acertará? ¿la ciencia o yo? ya se verá el mes que viene.

Lo más gracioso es que unos pocos días antes de quedarme embarazada había estado en París por motivos de trabajo; al final va a ser cierto eso de que los niños vienen de París...

El embarazo se divide en tres trimestres, y se supone que el de los malestares en el primero. Lo siento por el resto de mis congéneres, pero yo no tuve ni nauseas, ni ascos, ni vómitos, ni malestar general, ni nada de nada, sólo un sueño absolutamente invencible, como la vez anterior, ah, y un par de mareos, uno de ellos especialmente fuerte, pero eso fue todo.

Durante el primer trimestre (las primeras 12 semanas) se supone que no se te nota nada, pero yo empecé a notar dos síntomas que me han acompañado desde el primer momento, y que luego comentándolo con mujeres que ya son madres me han confirmado: el estreñimiento agudo y los gases. Y una se pregunta, ¿por qué nadie me ha hablado de ésto?  la respuesta ha sido, "mujer, es que eso no se comenta". Y ¿por qué no? no lo entiendo, son funciones fisiológicas naturales que tenemos todos. La gente se explaya contándote las miles de cosas que les daban ascos, pero nadie te dice que te vas a inflar como un globo. El caso es que debido a mis nuevas amigas, mi vientre se comenzó a hinchar mucho antes de que mi bebé tuviera prácticamente tamaño alguno.

Otro síntoma claro del primer trimestre son las ganas de orinar a cada momento, y no un poco de forma simbólica, no, pareces las cataratas Victoria. Además, se te comienza a inflamar el pecho de una forma absolutamente dolorosa y obscena, en mi caso duplicó su tamaño normal.

Cuando vas al médico, te dicen que tomes ácido fólico y yodo, es muy importante, previene malformaciones en el bebé.

Lo peor de empezar a comentar que estás embarazada, es que todo el mundo, sin que tú les hayas preguntado o manifestado el más mínimo interés, te cuenta su embarazo, o el de su hermana, cuñada, prima, tía.... incluyendo complicaciones y problemas. En un libro que me prestó una amiga, a eso lo llaman consejos no deseados, que buen nombre, porque mira de verdad que a mi me importa un rábano que a la prima de Fulanita no la supieran ver que el niño tenía síndrome de down, o que el niño de Menganita viniera con doble vuelta de cordón y claro se quedara sin aire en el parto y ahora tenga parálisis cerebral, por no hablar de que todo el mundo (incluidos hombres) se van a creer con el derecho de decirte lo que tienes que hacer.

Si alguna madre primeriza lee estas líneas, que me haga caso, escucha sólo a tu médico.

Tengo una amiga que me contó que tras dar a luz a si primera hija, cada vez que alguna de las múltiples amigas de su madre o su suegra iban a verla, y la veían dar el pecho, la regañaban y la decían, no se hace así, o se ponte de la otra manera; obviamente, cada una la decía una cosa diferente en base a su experiencia, y al final la agobiaron tanto que entre todas consiguieron que al mes de nacer la niña se pasará al biberón.

Si ya eres madre, comparte tu experiencia, pero no impongas criterios.

Ahora, lo peor son las mujeres que no tienen hijos pero te dan lecciones sobre el tema, porque claro ellas lo han visto por sus hermanas, cuñadas, primas, o porque han leído mucho sobre el tema ¡¿?! Son las que te empiezan a decir que tienes que dormir del lado izquierdo (algo que aún estoy esperando que mi médico me diga, y que la matrona me ha confirmado que es una tontería), que tienes que comer ésto o lo otro, que si ya verás como te va a salir vello en el abdomen, o la peor frase de todas "pero cómo no te ha dicho ésto tú médico, ¿seguro que estás en buenas manos?". Mi amiga, la que agobiaron con la lactancia, me recomendó que sólo escuchara a mi médico, fue el mejor consejo de todos.

Claro que ésto nos lleva a la siguiente cuestión, el médico. En fin.... como todos sabemos en España tenemos un más que magnífico sistema de salud público (si sobrevive a los recortes presupuestarios, claro), pero muchos tenemos además seguros privados, que como en mi caso, nos proporciona la empresa. Bien. Yo llevo yendo al mismo ginecólogo del seguro privado desde los 20 años, bueno, de hecho primero me veía su padre y ahora la consulta la lleva el hijo. A mi me pareció lo más natural ir a mi ginecólogo de toda la vida, para que me llevara el embarazo, y en breve el parto. Bueno, pues aquí también hay opiniones para todos los gustos, y en este punto si que consiguieron agobiarme, y mucho.

Cuando comienzas a decir que estás embarazada, las mujeres de tu entorno (en ésto si que no intervienen los hombres), te van a dar dos opiniones (no solicitadas, por supuesto) totalmente contrapuestas:

            1ª: "Te irás a la Seguridad Social, ¿no?, mira que tienen los mejores medios y los mejores profesionales y los mejores hospitales. Como nuestra sanidad pública nada."

            2ª: "No se te ocurrirá irte a la Seguridad Social, ¿no?, mira que tienes que compartir habitación en el hospital, y además, ya sabemos lo masificada que está, que horror y con esas instalaciones tan antiguas".

Por supuesto nadie pregunta tu opinión al respecto. Y siguen: "porque en la Seguridad Social tienen el protocolo de parto humanizado (luego veo que no en todos los hospitales), y además el contacto piel con piel con el bebé, y mira Fulanita que en lo privado le quisieron hacer una cesaria en la semana 38 porque decían que el bebé era muy grande, y en la pública se lo aguantaron hasta la semana 42 y fue un parto normal".... Un horror.

El caso es que a mi me convencieron, y pedí cita en la Seguridad Social, además a mi, por mi domicilio me corresponde La Paz, la mejor maternidad de España, una de las mejores de Europa. Pero el convencimiento me duró dos visitas, no porque me trataran mal, o me sintiera peor atendida, no, todo lo contrario, pero es que si una mujer trabaja lo de acudir a citas en la Seguridad Social, es un poquito complicado. A ver, yo vivo en Madrid, y trabajo en Las Rozas a 17 kilómetros de la capital, y me daban citas para ir al médico a las 11 de la mañana, a las 10 de la mañana... pero como voy a aparecer en mi trabajo casi a la hora de comer. Así que primero me iba a trabajar, luego me iba al médico, y después volvía al trabajo. Semejante trajín, digo, duró dos visitas, porque me estresaba más que me beneficiaba. Así que volví a mi médico de toda la vida, que además de conocerme, me da cita a las 7 de la tarde, cuando ya he terminado de trabajar.

Que conste que soy una gran defensora del sistema público de salud, creo que el gran logro de toda sociedad avanzada que se precie, es tener un sistema sanitario igual para todos, gratuito y como en nuestro caso, de gran prestigio. Pero de verdad que administrativamente lo tienen que organizar mejor, no soy la primera persona que conozco que contrata un seguro privado sólo porque para el día a día es imposible ir a la Seguridad Social, y ésta la reservan para si algún día tienen una enfermedad realmente grave.

Otra cosa que quería reseñar es la moda, tan extendida entre las mujeres de mi edad, de hacerse doble seguimiento, ¿para qué? ¿con qué objetivo? se van al ginecólogo público y a la vez al privado. Pero es que lo hace todo el mundo, y lo siento, no lo entiendo, "no, es que así puedo dar a luz donde quiera"; pues mira, decide donde quieres dar a luz y hazte allí el seguimiento, pero además es que da lo mismo, en un hospital público, siempre te van a atender, y uno privado si tienes seguro también, entonces, ¿para qué volverte loca con tanto médico?, porque la mejor parte viene cuando les dicen cosas contradictorias... Yo, por más vueltas que le doy al tema no lo entiendo, lo siento, ahí tenéis mi total y absoluta incomprensión, es más, me parece la mayor de las tonterías. Pero lo peor es que volviendo al tema de los consejos no deseados, muchas te dicen, te estarás haciendo doble seguimiento ¿no?, y cuando dices que no, te miran como si fueses la peor de las madres.

Tengo que aprender a no escuchar a los demás.

Lo único que realmente me ha hecho dudar de si dar a luz en la sanidad pública, ha sido el tema del cordón umbilical. La sangre de cordón salva muchas vidas, en el sistema público puedes donarlo y que vaya a un banco de sangre donde lo aprovecharán para salvar vidas, en lo privado pagas de media 1.690 € (que yo no tengo) para guardarlo para ti, cuando puede que nunca lo necesites, o que si lo necesitas tengas que acudir a un banco público, porque determinadas enfermedades genéticas ya vienen en tu sangre de cordón. Ésto si que es algo que me quita el sueño.

En fin... llegando al final del primer trimestre, te miden en una ecografía el pliegue nucal, y al día siguiente tienes que hacerte un análisis bioquímico denominado triple screening, que es lo que determina si te tienes que hacer o no la amniocentesis. A me dio riesgo bajo de malformaciones, y no me tuve que hacer la amniocentesis.

Y ya estamos en el segundo trimestre. Que se supone que es cuando empiezas a engordar, pero como a mi me pilló el inicio del embarazo en plenas vacaciones de verano, y cuando volví, claro no me iba poner a régimen, como hago siempre, estando embarazada, yo ya iba con 5 kilitos de más, ahí es nada.

Notarse, lo que se dice notarse, no se me empezó a notar hasta el cuarto mes. Pero como estaba muy hinchada me compré unos adaptadores para la ropa que venden en el Corte Inglés, y que son muy prácticos, pues te permiten continuar usando tu ropa hasta que verdaderamente ya tienes tripita.

Pero llega un momento en el que inevitablemente tienes que comprarte ropa premamá. ¿Qué decir de la ropa premamá? que es fea y cara, o clásica y cara, o de mala calidad y cara. Para comprar pantalones de vestir recomiendo la marca Alía del Corte Inglés, son los únicos que se ven con calidad, y cuestan unos 50 €. Luego, para ropa de sport, lo mejor es H & M, los leggins están a 9 € y son comodísimos, los vaqueros que de verdad que son súper modernos cuestan entre 30 y 40 €, según el modelo, para camisas y camisetas, también recomiendo H & M, pero id al de la Gran Vía, tiene mucha más variedad que el resto, de veras. Si quieres un chándal de embarazada a buen precio, lo mejor es C & A, unos 20 € y comodísimo, ahora el resto de ropa ahí es de muy mala calidad. Pijamas, mi recomendación es comprar una XL o XXL si la tienen, en Women´s  Secret, te saldrá más barato que un pijama premamá, y te va a entrar. Bragas, existen las premamá, una especie de braga/faja que te llega hasta casi debajo del pecho, un horror, yo he huido de ellas como de la peste, aunque hay quien, como no, me ha dicho que ay que ver, que como puedo no usarlas, en fin... en mi caso opté por las braga normal (la que pone braga, no la que pone braga a cadera, que sube más) de algodón que venden en Women´s Secret, tamaño XL, te queda justo por debajo de la tripa, y yo tan cómoda. Para sujetadores, lo mejor es la cadena Centrotex, buenos, bonitos y baratos, y de confección española, los sujetadores de lactancia a 9 €.

Según avanzas en el segundo trimestre vas cogiendo peso. Se supone que tienes que coger un kilo por mes, y lo increíble es que hay mujeres que lo cumplen. Yo no, a mi los kilos me han ido cayendo cual vaca en pleno engorde, me he salido de todos los parámetros posibles. Luego en la oficina muchas compañeras me ha contado que les pasó lo mismo, lo cual consuela, menos una, que me dijo que a raíz de engordar tanto tuvo una hernia de disco (se lo podía haber callado). Luego tienes a esa otra embarazada ideal, que cuando tú ya vas por más de 20 kilos, ella apenas ha cogido 10, y encima inflándose a bollos cuanto tú has seguido comiendo igual que antes, y tiene la desfachatez de decirte que si el médico o la matrona no te ha echado la bronca. En mi caso, a la matrona no voy porque eso por la pública, y mi médico afortunadamente no me controla el peso, porque si lo hiciera le daría un patatús.

Al llegar al quinto mes, te hacen la famosa ecografía de las 20 semanas, cuyo objetivo es ver el estado de los órganos internos. Rara vez te la hace tú médico, sino que te manda a un especialista a hacértela. El hacerla en ese momento y no antes ni después, es porque es cuando ya se pueden ver la mayoría de malformaciones, y según la ley española del aborto, por malformaciones se puede abortar hasta la semana 22 de gestación. Eso hasta que el señor Ministro de Justicia, no cambie, como anunció al inicio de la legislatura, un cambio en la ley del aborto, que iba a prohibir este punto. Yo no sé si sería capaz de abortar, pero desde luego reclamo mi derecho a decidir, sobre todo ante determinadas malformaciones severas. Señor Ministro, hay cosas más importantes que corregir en el sistema judicial español, créame, se lo dice un letrado. No se ponga a todas las mujeres y médicos de España en su contra, o lo que es peor, no nos vuelva a condenar a los abortos clandestinos, como ocurría hace 30 años.

Después de la ecografía de las 20 semanas, la siguiente prueba importante es la del azúcar, que determina si se tiene o no diabetes gestacional. Yo la pasé sin mayor problema. Hay mujeres que vomitan, se marean... yo como si no fuera conmigo. Primero te extraen sangre, y luego te hacen beber glucosa (que sabe a Tang de naranja, en serio), y después te vuelven a pinchar para ver como a reaccionado tu cuerpo ante el chute de azúcar. Prueba superada.

Antes de entrar en el tercer trimestre, a mi se me complicó un poco el embarazo. El día de Navidad, en plena comida familiar, empecé a notar un fuerte dolor en la ingle derecha, que fue a más a lo largo de la tarde. Por la noche, me retorcía literalmente de dolor, y mi marido llamó a una ambulancia. En urgencias, me dijeron que en esa zona del útero tenía un mioma que había crecido con el embarazo, lo que provocaba el dolor, y el dolor me había desencadenado contracciones. Estuve una semana hospitalizada en la que me metieron en vena de todo, buscapina, paracetamol, nolotil, progesterona.... en total estuve tres semanas de baja. Me dieron el alta médica el día de mi 35 cumpleaños, justo después de Reyes, y vuelta al trabajo.

En la oficina, nadie esperaba mi regreso, estaba ya de 7 meses y creían que me iba a quedar en casa, pero la verdad es que estaba estupendamente. He aguantado trabajando otro mes más.

Otra vez la gente casi me vuelve loca.

En mi entorno familiar todo el mundo me decía que tenía que volver a trabajar, y aguantar trabajando hasta el último momento. Me decían que las mujeres hemos luchado mucho para conseguir los derechos que tenemos y eso se defiende trabajando, que mi abuela había trabajado arando la tierra hasta el mismo momento de dar a luz, y a los dos días volvió al trabajo, que ahora las mujeres somos unas flojas que a la más mínima nos quedamos en casa de baja, y que eso sólo es vaguería pura.

El caso es que yo me volvía a encontrar bien de verdad, así que pedí el alta, y me fui a la oficina. Mi sorpresa es que en mi entorno laboral todo el mundo me reprobaba mi vuelta, que si como estaba allí con semejante tripón, que tenía que conducir muchos kilómetros y a ver si me iba a pasar algo con el coche, que mejor en casa con todas las cosas que hay que preparar para el bebé (ya lo tenía casi todo, y trabajando, pero bueno), que si no estaba cansada... mis compañeras me paraban por los pasillos para decirme que cuando narices me iba a coger la baja, y hasta muchos hombres me dijeron que como era posible que mi marido me hubiera dejado volver.

Mi sincera opinión, es que tanto recelo en mi contra se debía al hecho de que a más de una la había dejado en evidencia, porque es cierto que se cogen la baja a la primera de cambio y no vuelven.

Aquí hago un inciso, para comentar esa costumbre de tocar la tripa sin permiso a las embarazadas. Como ya he dicho yo estoy bastante tremenda, y mi tripa se divisa en lontananza, pero eso no significa que todo el mundo pueda tocarla a su antojo y sin permiso, es una costumbre horrible. A mi, en la vida se me ha ocurrido tocar la tripa de las embarazadas sin su previo permiso. De verdad, estoy hasta el moño.

Retomando, al mes, en la semana 33 empecé a notar contracciones de nuevo. Además, me mareé y tuve una fuerte bajada de tensión. Me planté en la consulta de mi médico (para horror de su recepcionista, porque no tenía cita), y me dijo que se podía adelantar el parto, que ahora si, mejor me quedara tranquila en mi casa. Fue un martes, trabajé hasta el viernes para dejar todo organizado, y me cogí la baja.

Las reacciones fueron muy diversas. En mi entorno laboral, todo el mundo (al menos de cara a la galería) lo vio como algo natural a estas alturas, he incluso algún hombre me dijo que menos mal (de verdad, que las embarazadas no somos de cristal). En mi entorno familiar y personal hubo preocupación por las contracciones por parte de mi madre y tías, preocupación por a ver que iban a pensar en mi trabajo por parte de mi suegra, malestar porque a ver en que iba a ocupar ahora mi tiempo, que lo que hay que hacer en esta vida en trabajar por parte de mi padre.... vamos que ha habido de todo.

Un consejo para la madre primeriza que lo quiera, en mi opinión, las bajas médicas con un lujo que nos otorga el estado del bienestar, del que hay que hacer uso pero no abuso. Sigue trabajando hasta que te encuentres bien, y cuando realmente lo necesiten cógete la baja, como en mi caso que podía tener un parto prematuro. No hagas caso, ni escuches a nadie, sólo a tu propio cuerpo, no seas una noña, ni tampoco una heroína, cada embarazo es distinto y único, sigue tu propio ritmo.

Ahora estoy en la semana 35, estoy en casa con, de momento, contracciones aisladas, y poco más que yendo a la preparación al parto (ésto si que lo estoy haciendo en la Seguridad Social, porque es en el ambulatorio, al lado de casa y el seguro privado me mandaba a la otra punta de Madrid), me queda la recta final.

Pero esa será otra entrada...

Hola a todos:

Recientemente he sido madre, en concreto el 20 de marzo de este año, y la maternidad está resultando ser cuanto menos una experiencia curiosa.

Siempre hemos oído decir que tener un hijo te cambia la vida, lo que no se nos explica es hasta que punto. De ahí el motivo de este blog, para poder compartir mi experiencia con otras madres, y sobre todo con aquellas que van a serlo.