miércoles, 3 de mayo de 2017

Un año en casa.


Ya he hablado aquí de lo difícil que me resultó volver a la oficina tras tener a mi primer hijo, bueno, pues ahora me toca volver a la oficina tras tener el segundo, y lo que es más importante, tras estar un año en casa, ahí es nada.

Los desprendimientos de bolsa que sufrí, unidos a otras complicaciones hicieron que estuviera de baja desde la semana 13 de embarazo, hasta el final, lo que unido a la baja por maternidad, el permiso de lactancia y las vacaciones del año pasado, suponen que haya estado un año entero en mi casa. Va a ser cuanto menos curioso volver a la normalidad, bueno a mi antigua normalidad, porque estar en casa es ya desde hace tiempo mi rutina de vida.

Al principio me agobié mucho, dejaba el trabajo de un día para otro, y tenía muchas cosas a medias, de ahí que comenzara a trabajar desde casa, además, hasta que me dijeron en la semana 25 que me dejaban de baja, siempre pensé que iba a reincorporar. Recuerdo que la primera semana, me la pasé entera viendo el Canal Cocina (me encanta cocinar) y decidí descansar y relajarme, además, como tenía que guardar reposo, poco más podía hacer, ni la cama, la hacía mi madre cuando llegaba por la tarde de recoger a mi hijo mayor de la guardería. Tras la primera semana pedí que me trajeran el portátil de la oficina.

Y así transcurrieron los primeros meses, en casa, guardando reposo, trabajando y viendo la tele, porque el día tiene muchas horas. En esa primera etapa me vi las tres últimas temporadas de Juego de Tronos, las dos últimas de Érase una vez, y la primera de True detective. Cuando acabó la primavera y comenzó el verano, me dijeron que me quedaba de baja, ya podía moverme, y salir algo, pero no volvía al trabajo, fue cuando empecé con Mad Men, enterita. El verano y el comienzo del otoño fue tiempo de las siete temporadas de The Good Wife, y la llegaba de mi bebé vino acompañada de las vivencias de Dexter. Ahora se supone que estoy viendo Breaking Bad, pero no me está gustando demasiado.

Estuve trabajando desde casa aproximadamente hasta el verano, luego ya sólo de forma puntual hasta septiembre.

La llegada del verano vino acompaña del levantamiento del arresto domiciliario, y sobre todo de poder volver a ocuparme de mi hijo, liberando así a mi madre. Fue un alivio para ambas. Con el calor tuve un riesgo alto de trombosis, y me mandaron nadar, así que cuando le recogía de la guardería nos íbamos los dos a la piscina municipal de al lado de mi casa, ya estaba gorda como un trullo y me suponía un gran esfuerzo, más con el calor. Nadie que no lo haya pasado, sabe lo que es estar embaraza en verano, y a mi encima me pilló con todo el tripón. Pero tengo preciosos recuerdos de esas tardes los dos juntos en la piscina, con mi niño, que ya empezaba a ser una personita, y ahora desde que ha empezado el colegio es un sinvergüenza de tomo y lomo.

Y así pasamos el verano. En agosto comencé con la operación inicio de cole, a comprarle la ropa y marcársela, y en cuanto me di cuenta era septiembre y empezaba el cole de mayores, como él dice. El primer día empezaron a las 10 de la mañana, y todo septiembre salía a las 15 hs, menos mal que estaba de baja, sino hubiera sido difícil. Recuerdo que para llegar las 15 al colegio comía a las 13:30, muy pronto para mi, y luego me iba con todo el calor del mediodía, y un tripón ya considerable a recogerle. Estoy cerca del colegio, pero iba en coche, porque no me daba la vida. Y luego toda la tarde con él, con mi tripón... pero se sobrevive a todo. Era la expectación del parque, porque de verdad que yo estaba absolutamente descomunal, y con el niño en el parque, a ver, en casa era peor y habían cerrado la piscina, todo el mundo me preguntaba, todos los días que cuando daba a luz.  También recuerdo estar hasta octubre en pantalón corto y sandalias, que calor se tiene embarazada.

Tras la llegada del bebé, me tocó volver a estar más en casa, además coincidió con la llegada del mal tiempo. Pero curiosamente es cuando más he establecido una verdadera rutina diaria. Ya totalmente desconectada de la oficina, mis días son, una vez superaba la primera fase de "no duermo por las noches, y me paso la mañana durmiendo", levantar al mayor, darle el desayuno y vestirle, para que se lo lleve su padre al colegio, ventilar, hacer las camas, recoger la casa, hacer la compra cuando toca, algún recado la mayoría de los días, ocuparme del bebé, escribir mientras duerme en su hamaquita a mi lado, comer viendo la serie de turno, y salir pitando al colegio porque he apurado tiempo de más viendo dicha serie, recoger al mayor, darle la merienda, coger el autobús a casa, ir al parque si hace buen tiempo, sino subir a casa, baños, cenas, a dormir los peques y yo vuelta a la tele, a un libro, o a escribir.

Esa es ahora mi vida, o lo va a ser hasta el lunes, que me toca volver a trabajar. Lo que más pena me va a dar es separarme de mi bebé, aunque también voy a echar de menos el silencio, ese maravilloso silencio que invade toda la casa cuando mi marido y mi hijo mayor salen por la puerta, esa paz, que hacía tanto tiempo que como madre trabajadora no saboreaba.

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Hace un mes que escribí las líneas anteriores, lo que supone que ya llevo un mes trabajando. Tengo que decir que ha sido menos duro que la otra vez, igual que el hecho de enfrentarme al postparto, supongo que porque ya lo has vivido y sabes a lo que te vas a enfrentar.

Al llegar a la oficina me sentí en cierta manera como si nunca me hubiera ido. Es raro, porque ya tenía muy hecha mi vida en casa. A veces, por la noche, se me olvida que al día siguiente tengo que madrugar, supongo que la falta de costumbre.


Lo que está siendo un poco caos, es volver a acostumbrarme a hacer las cosas de la casa, y sobre todo la compra por la tarde, con los niños... con lo fácil que es hacerlo tranquilamente por la mañana. Pero siento que mi vida vuelve a estar donde debe, además, ser madre trabajadora es como montar en bicicleta, una vez superada la adaptación, nunca se olvida.